ADORMECIDO CON COCA
El pequeño no falleció de ninguna enfermedad ni accidente. Eliana Durán, entonces Jefe de Antropología del museo señaló en su época: “Las investigaciones señalan que el infante fue emborrachado con coca e instalado en su sepulcro de piedra y hielo. Se adormeció lentamente con el frío y sin sufrir dolor alguno ni darse cuenta, falleció”. El biólogo español, García Beltrán, hizo notar un detalle muy sugerente en respaldo a su teoría que el niño inca estaba con vida al ser desenterrado del cerro El Plomo. Entre los objetos de Oro y Plata que encontró el arriero, al lado del pequeño (“estatuillas” dijo), aparte de una bolsa con hojas de coca, se encontraban figuras de Oro, una de las cuales era un sapo, según el científico hispano, que los incas sabían perfectamente lo que estaban haciendo. El poner un sapo de Oro al lado del niño, era un mensaje a la posteridad, puesto que la técnica del “sapo helado” era conocida desde la llegada de los conquistadores españoles al Perú. Un sapo puede vivir hasta doce años enterrado en el hielo gracias a sus venenos, y ser resucitado años después. De hecho, hay constancia histórica, que los incas sabían conservar incorruptos los cuerpos humanos, con su técnica de congelamiento, que hoy se conoce como de “animación suspendida”. Garcilaso de la Vega, historiador mestizo del siglo XVI, hijo de la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo y del capitán español García Lazo de la Vega, relata que en 1560 fue testigo de un hecho insólito. Por orden de las autoridades españolas, cinco momias de personajes importantes fueron trasladadas a la casa del licenciado Pablo Ondehardo. Los cuerpos correspondían a Viracocha; Fupac Yupanqui, Huayna Cápac y las princesas collas Mama Ocllo. Estaban bien preservados sus cuerpos -dice Garcilaso- que no les faltaba ni un solo cabello, ni una ceja. El sacerdote Acosta, presente en el acto dijo por su parte que los cuerpos de las momias se encontraban tan bien preservados que daban la impresión de estar con vida. Esta milagrosa conservación se debía a cierto betún y al frío que lograba detener completamente los procesos de descomposición. Las momias fueron llevadas a casa del virrey en Lima pero el clima las comenzó a deteriorar y en 1562 debieron ser sepultadas en el cementerio de San Andrés de la capital peruana. MAS MISTERIOS La conservación del niño inca se constituyó desde el comienzo en un grave problema para el Museo. Había que mantenerlo en un ambiente refrigerado y en 1985, la OEA donó la suma de quince mil dólares para que se construyera una vitrina especial, lo que creó nuevos problemas. Hans Niemayer los explicó en 1987: “Es vital que la humedad de la atmósfera que la rodea sea inferior al 45 por ciento, y la temperatura entre dos y cinco grados bajo cero. Mantener estas condiciones en la sala de exhibición fue imposible porque son alteradas por cualquier causa, por mínima que sea. Tal como las corrientes de aire, la iluminación de la cámara, el calor del público y su respiración, la vibración que puede sufrir la cámara por cualquier motivo, etcétera”. Con quince mil dólares aportados por la OEA, se construyó a cámara pero quedó mal hecha y no sirvió para los requerimientos científicos. Al final, el asunto terminó en un pleito. Frente a tal contingencia, el niño inca fue sacado de la exhibición y guardado en una bodega donde se le mantienen las condiciones necesarias. Está envuelto en pañales esterilizados para evitar cualquier contaminación que lo pudiera afectar. Sin embargo, circula el rumor que el pequeño fue retirado de la exhibición pública porque quienes se acercaban a su cámara sufrían problemas sicológicos debido a ciertas radiaciones que emitiría, un asunto que cae de lleno en lo paranormal. Esta situación nunca se ha planteado públicamente. Para el biólogo español Beltrán, que aseguraba que en Los Andes hay muchas otras momias esperando ser desenterradas de su cámara de hielo, para entregar sus secretos a los científicos del siglo XXI, los recientes hallazgos son una confirmación. La momia encontrada en el Aconcagua en 1985, también era un niño y estaba a cinco mil metros en el hielo, donde la temperatura es semejante a la de El Plomo. Dicha momia fue llevada a Mendoza y se ignora su destino posterior. Ahora los tres cuerpos encontrados en 1999 en el Llullaillaco, están en San Juan y se cree que también se trata de niños. Lo curioso es que también fueron encontrados en cámaras de hielo a cinco mil metros de altura, o sea, la misma temperatura de los hallazgos anteriores. Si se le da el crédito a la teoría del biólogo español, habría que crear una verdadera institución que se dedique a la búsqueda de estos niños enterrados vivos y extraerlos de sus cámaras sin que se alteren sus condiciones ambientales. A lo mejor… ¿quién dice?
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