La ceremonia del Klóketen o Hain es sin duda el aspecto más difundido de la vida cultural del Ona, correspondiendo al ritual de iniciación de los jóvenes hombres de las tribus de una zona en común. Los muchachos de entre catorce y dieciseis años eran separados de su hogar para convertirse en un klóketen o iniciado en la adultez a través de la ceremonia en cuestión. El aspecto más importante e interesante de la ceremonia Hain es el acoso que se hacía sobre el muchacho por parte de terroríficas representaciones de espíritus y ante las cuales el joves debía permanecer lleno de gallardía y valor. Los más conocidos de estos son,
De izquierda a derecha, los espiritus de Kotaich, Shoort, Tanu, Matan, Ulen
Tanu, con su cuerpo cubierto por emblemas relacionados con el cielo.
Es la hermana y mensajera de Xalpen, el principal espíritu del hain.
Dos shoort, unos de los principales espíritus que participaban del principal rito ona
Izquierda el shoort del cielo del norte y a derecha el shoort del cielo del sur.
El resplandeciente bebé K' terrnen al ser presentado a las mujeres por el chamán Tenenésk en el hain de 1923.
Lola Keipja, la última chamana ona; profunda conocedora del espíritu del hain. Murió en 1966
Mujeres Onas pintadas para el rito.
dos kloketen jovenes en fase de iniciacion
Tenenésk, chamán y sabio que dirigió el hain de 1923.
Los onas se autodenominaban "selkans", hombre de a pie. Eran básicamente cazadores. Habitaron en la Isla de la Tierra del Fuego. A comienzos del siglo XX, fueron sometidos a un exterminio por los estancieros dedicados a la crianza de ovejas.
Algunos pocos lograron sobrevivir en misiones salesianas.
Una obra clásica sobre los onas surgió del tesón del antropólogo austríaco Martín Gusinde quien, en la década de 1920, convivió con los onas y presenció su ritual fundamental, el hain. El 1983, murió Lola Keipja, la última ona.
Sus cánticos de estirpe chamánica fueron grabados por la antropóloga francesa Anne Chapman, autora también de un importante libro sobre este pueblo, hoy desaparecido.
Aquí honramos a los imaginativos y extintos onas mediante el recuerdo del mito que narra los orígenes del hain, el rito esencial de su cosmovisión...
EL HAIN Y EL MITO ONA DE LA PELEA DEL SOL Y LA LUNA
Hace mucho, mucho tiempo, Krren, el Sol, y Krah, la luna, vivían en la tierra de los onas. En esa época las mujeres dominaban a los varones, a quienes trataban como a sirvientes, obligándolos a cumplir con las tareas más bajas.
Entonces eran ellos los encargados de cargar los bultos, cocinar, cuidar a los bebés o acarrear el agua hasta las chozas.En determinadas ocasiones las mujeres, dirigidas por Krah, se reunían en un amplio toldo para llevar a cabo una ceremonia secreta que se llamaba hain. El hain era una especie de fiesta donde las jovencitas eran proclamadas mujeres y donde la presencia de los varones estaba prohibida.
Durante el rito, las participantes se reunían alrededor del fuego y se disfrazaban:
se pintaban el cuerpo con arcilla roja y blanca y se cubrían de plumas.
Los hombres, mientras tanto, escuchaban los gritos y no se atrevían a acercarse por miedo a contrariar a los espíritus convocados. Pero un día tres hombres jóvenes, osados y curiosos llamados Sit, Kehke y Chechu se resolvieron a espiar a las mujeres durante el hain. Querían saber qué pasaba en la choza prohibida y develar el secreto del poder femenino. Los tres hombres se fueron acercando con sigilo, mirando atentamente a su alrededor y ocultándose cuando les parecía necesario.
Al llegar junto al toldo y atisbar por entre las junturas de los cueros se dieron cuenta de la gran verdad: los temidos espíritus no eran más que sus propias mujeres, a quienes reconocieron una por una.
Lleno de rabia, Sit lanzó un fuerte silbido de aviso, y todos los hombres corrieron hacia la choza donde se desarrollaba el hain provistos de piedras y palos.
Todos juntos se lanzaron contra las mujeres y las golpearon hasta matarlas.
Rápidamente Krah apagó el fuego sagrado y quiso organizar la defensa, pero Krren la enfrentó, furioso por el engaño. Enceguecido, le dio fuertes golpes en la cara y la derribó sobre las brasas de la hoguera. Su enojo era tan grande que mató a su propia hija, la hermosa Tamtam.
Hijas, madres, hermanas, esposas fueron ultimadas, todas menos las niñas que todavía no hablan llegado a la edad del hain.
Cuando los hombres se calmaron, contemplaron desolados los despojos. Comprendieron que no podrían seguir viviendo allí y decidieron marcharse. Hombres, niños y niñas pequeñas se dirigieron hacia el Este, muy lejos, más allá de los mares, donde el mundo se acaba. Y allí se quedaron durante mucho tiempo, llorando a sus mujeres muertas y su soledad. Sólo cuando las niñas se convirtieron en jovencitas los hombres decidieron volver a su tierra para repoblarla y comenzar de nuevo. Pero la vida de los onas nunca volvió a ser la misma.
Desde ese momento Krren y los hombres dispusieron que el hain fuera una ceremonia secreta de la que sólo ellos participaran.
Y dominaron el mundo mientras las mujeres, privadas de la protección de Krah, fueron sometidas para siempre. Después de la derrota, Krah, desesperada de dolor y humillación, se sumergió en el mar, nadó hasta el horizonte y desde allí subió al cielo, que sería desde entonces su nueva morada. Estaba furiosa con Krren, con los hombres y con todos los espíritus masculinos, pero también se sentía ufana de ser la única que había salvado la vida.
El Sol fue tras ella, burlándose de su cara manchada por los moretones y las quemaduras, pero no pudo ni podrá alcanzarla jamás. La gran persecución se repite todos los meses. Krah asoma poco a poco su rostro dolorido y se muestra por completo, clara y redonda, pero cuando divisa a Krren y comprende que él sigue dispuesto a maltratarla, comienza a esconderse hasta desaparecer.
La Luna es rencorosa, recuerda siempre el tiempo en que era reina y señora y no perdona a los onas, que ayudaron a Krren a destronarla.
Por eso envía desgracias a la Tierra y se lleva a los niños cuando las madres se descuidan. Los onas le tienen mucho miedo, no se alejan de sus toldos por las noches, no se unen con sus mujeres en luna llena y convocan a los hechiceros para que, con sus cantos, destruyan el influjo de Krah.
Muchas veces la maldicen levantando sus puños hacia el cielo, ordenándole que se vaya y deje de enviarles tormentas y enfermedades.
Ella, como si obedeciera, desaparece por unos días, pero luego, burlonamente, vuelve a asomarse. Una vez cada tanto, Krah no adelgaza sino que empieza a ponerse oscura y permanece así, como tiznada por el odio.
Entonces los onas siguen el mandato de sus hechiceros y resisten ensimismados, rogando todos juntos para que pasen pronto las horas angustiosas del eclipse. (*)
(*) Fuente: Leyendas de la Tierra del Fuego, comp. ArnoldoCanclini, Ed. Planeta, Ciudad de Buenos Aires.
LA LLEGADA DE KENOS
Kenos, nacido de la cúpula celeste y enviado de Timáukel, bajó a la Tierra deslizándose por una cuerda. Cuentan que la cuerda se rompió justo en el momento en que Kenos se posó en la Tierra y que ése fue el motivo de que no se volviera al Cielo de inmediato.
Porque, aunque venía con una gran misión, no le gustó lo que vio al echar el primer vistazo. La Tierra era chata e informe y estaba rodeada por Kox, el Mar.
Entonces Kenos creó las montañas y los barrancos y los distribuyó por el mundo.La luz era escasa y uniforme, y todas las horas pasaban en un alba perpetua.
Entonces Kenos inventó al Sol y a la Luna. Ordenó a Krren que brillara más fuerte a mediodía y que se retirara por la tarde para ser reemplazado por la blanca luz de Krah. Los árboles eran muy bajos y achaparrados porque el Cielo los aplastaba en su magnificencia. Entonces Kenos empujó la cúpula hacia arriba y la dejó allí, para que los bosques crecieran altos y hermosos.
Así fue como Kenos puso orden en la naturaleza y cumplió con la primera parte de su misión.
KENOS, CREADOR DE LOS HOMBRES
Cuentan que un día Kenos se hallaba cerca de un pantano, contemplando distraído su maravillosa obra. De pronto tomó un poco de barro, lo exprimió hasta quitarle el agua y modeló con él los genitales masculinos, que puso con cuidado en el suelo.
Del mismo modo formó enseguida los genitales femeninos y los colocó suavemente al lado de los otros. Al caer la noche, Kenos se retiró y, en medio de la oscuridad, los genitales se acoplaron durante un rato.
A la mañana siguiente, cuando Kenos volvió al 1ugar, se encontró con que un nuevo ser se encontraba junto a las figuras que él había modelado.
Y ese hombre fue el primer antepasado de los onas.
Lo mismo pasó la noche siguiente, y los hombres fueron dos.
Cada vez que se ponía el sol, los genitales se unían y un nuevo ser humano aparecía en el mundo. Pronto la región estuvo llena de hombres y mujeres, que se reconocieron como tales cuando vieron que había dos clases diferentes de seres, que en cierta parte de sus cuerpos se parecían a los modelos creados por Kenos.
Ellos fueron los primeros onas, de piel oscura como el barro del pantano con que Kenos los había creado. Más al Norte, Kenos encontró arcilla blanca, con la que formó hombres de cutis claro, que también se distribuyeron por la Tierra.
Entonces Kenos, para que reinara la justicia entre sus criaturas, otorgó a cada grupo un haruwen, un territorio que pudieran recorrer en busca de caza y de frutos, un sitio de donde nadie pudiera echarlos. Dicen los que saben que lo mejor de todo el ancho mando les tocó a los onas, los primogénitos de Kenos.
LAS ENSEÑANZAS DE KENOS
Cuando algún desprevenido pregunta el por qué de las conductas de los hombres, los onas contestan simplemente: “Kenos los hizo así”.
Y ésa es la verdad, porque el enviado de Timáukel les dio los dones más preciosos y les enseñó a vivir con felicidad. Cuentan que a Kenos le gustaba mucho conversar y que, sin pensar que los hombres no podían contestarle, se puso a parlotear.
Pero como hablar solo le resultaba muy aburrido, los instruyó a todos en la maravilla del lenguaje. Enseguida los onas se entusiasmaron, comenzaron a conversar unos con otros y ya nunca dejaron de hacerlo.
Otra vez, Kenos enseñó a los onas cómo hacer para que hubiera niños.
Les explicó que hombres y mujeres debían unirse y estableció normas al respecto. Ordenó a los hombres que no tomaran la mujer de otro y a las mujeres que no se acoplaran con ningún varón que no fuera su marido.
Después, Kenos determinó las distintas tareas de las que se ocuparían los hombres y las mujeres para vivir en armonía, aleccionó a los onas para que trataran a los ancianos con respeto y educaran a los hijos en las buenas costumbres, de modo que ellos, a su vez, las transmitieran a sus hijos.
Y así fue cómo Kenos cumplió con la segunda parte de su misión.
LA DESPEDIDA
Un día, Kenos, al que acompañaban tres ancianos, se sintió cansado:
había ordenado la naturaleza, había inventado a los humanos y creado una civilización. Entonces se acostó para recuperar fuerzas y se quedó dormido.
Dicen que Kenos durmió muchísimo tiempo; que sus acompañantes trataron de despertarlo pero no lo lograban. Entonces se dieron cuenta de que Kenos se había convertido en un viejo como ellos y que tal vez les hubiera llegado a los cuatro la hora de la muerte. Por lo tanto, se echaron en el suelo y yacieron por edades y edades, esperando la muerte, pero ésta no llegó.
Por fin, Kenos se despertó y decidió ir hacia el Norte, a una tierra muy lejana adonde tal vez conseguiría morir. De modo que partió, seguido por los tres ancianos.
El camino era muy largo y los cuatro caminaban con el paso lento de quienes están por abandonar la vida. Cuando llegaron a destino vieron que se trataba de un lugar lleno de gente. Los recién venidos pidieron que, una vez que los cuatro se acostaran en el suelo, los envolvieran en sus capas de piel y los dejaran descansar.
Así ocurrió y de tal forma por fin los encontró la muerte.
Pero la muerte no era eterna, de modo que después de yacer un largo tiempo todos vieron que Kenos y los demás comenzaban a suspirar y a recuperar los movimientos. Entonces se irguieron, se miraron unos a otros y comprendieron que eran jóvenes otra vez. De modo que todos los onas decidieron hacer lo mismo que Kenos.
El que sesentía tan viejo que había perdido las ganas de vivir se envolvía en su capa y se tendía en el suelo, como si estuviera muerto.
Los que tenían la suerte de rejuvenecer iban entonces hasta la choza de Kenos, que se apuraba a darlesun baño para quitarles el desagradable olor del que estaban impregnados, de la misma manera que él lo había hecho, dejando en el agua los restos de su vida anterior y alistándose para recomenzar.
Pero con el tiempo la vejez se adueñaba de nuevo de los cuerpos y de los corazones y a veces sucedía que alguien ya no se levantara más.
Sin embargo, no desaparecía, sino que se transformaba en un cerro, en un pájaro, en una cascada... Cuando a Kenos le llegó la hora de volver por fin a su casa celeste, los que tuvieron el privilegio de acompañarlo se convirtieron en las estrellas y los planetas que pueblan el luminosa cielo de la Tierra del Fuego. (*)
(*) Fuente: Leyendas de la Tierra del Fuego, comp. Arnoldo Canclini, Ed. Planeta, Ciudad de Buenos Aires.
(Texto y fotos de Esteban Ierardo)